TERRITORIO OLVIDADO
"A
3.000 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires, a los
49º de latitud, se encuentra, en la mayor soledad,
el lago San Martín. Sólo en la época de la esquila
de las ovejas, en diciembre y enero, revive el tráfico
entre su orilla oriental, en la que existen grandes
propiedades, inglesas en su mayor parte, y el puerto
de Santa Cruz". (Ilse von Rentzell, 1935)
Entre
el ya también turísticamente bien conocido grupo montañoso
del Fitz Roy y del Cerro Torre y el pueblo de Villa
O'Higgins hay 100 kilómetros en línea de aire. Miden
una franja de territorio que hacia el este atraviesa
cerros y mesetas precordilleranos cada vez más esteparios
mientras que hacia el oeste se halla encerrado por
altas cumbres que delimitan las solitarias extensiones
del Hielo Patagónico Sur.
Las particularidades topográficas condicionaron el
destino de la región. No sólo por la inaccesibilidad
causada por la inclemente meteorología sino por haber
sido difícil en todo momento encontrar allí una línea
de frontera clara y unívoca entre Chile y Argentina.
Justamente a raíz de la complicación orográfica e
hidrográfica derivan las confusiones de los geógrafos
sobre las cuales se plantearon a su vez las interpretaciones
contrastantes de los políticos.
Por
estas razones el territorio abandona de vez en cuando
el olvido para aparecer en los diarios y para que
así, incluso el que no sabe bien dónde se encuentra
la nombrada Laguna del Desierto, pueda saber que por
ella persisten aún fricciones de limites a pesar de
los varios arbitrajes internacionales que se sucedieron
desde hace más de un siglo. Pero es sin embargo necesario
admitir que se trata de un rompecabezas geo-topográfico,
más que político.
Es en general una de las regiones menos habitadas
de la Patagonia precordillerana donde la mayoría de
las veces los intentos de poblarla se paralizaron.
Cerca de la frontera, en territorio chileno, en el
lugar denominado Desembocadura del Río Mayer, se levanta
el pueblo de Villa O'Higgins. Fue fundado en 1966
y su nombre sugerido por Mateo Martinic, conocido
historiador patagónico y en aquellos años Intendente
de la vecina provincia de Magallanes.
A Villa O'Higgins se llega por tierra y hasta el momento
sólo a caballo o a pie. La Carretera Austral que costea
el Río Baker llega hasta Puerto Yungai y, dados los
obstáculos que se presentan a causa de los acantilados
rocosos, los pantanos y el lozano bosque pluvial,
se necesitarán aún varios años antes de que esta huella
de penetración alcance Villa O'Higgins. El pueblo
es abastecido semanalmente por una avioneta que llega
desde Coyhaique. Pero llega cuando puede, cuando el
tiempo lo permite, porque a menudo no puede aterrizar
por el viento o por las nubes bajas. Su ruta sigue
más o menos la antigua huella de las tropillas que
en cinco días de cabalgata hacia el norte permitía
llegar al pueblo de Cochrane. El paso natural, más
allá de la depresión de la Cordillera señalada por
el gran recodo del Río Mayer, no está habilitado.
A pesar del avance de rudimentarias carreteras y de
providenciales puentes sobre algún río, la situación
socio-económica sigue siendo precaria y quizás destinada
a cambiar sólo el día en el cual se decida una apertura
liberadora de la frontera entre las dos Patagonias
en consideración hacia los pobladores, los viajeros,
la madera y el ganado.
A Villa O'Higgins se puede llegar también navegando
un lago, el más aislado y singular de los lagos patagónicos.

EL
MISTERIOSO
En
medio de este territorio se extiende un lago grande,
de orillas encajonadas, rodeado por montañas y articulado
en ocho brazos comunicados entre sí. En sus lechosas
aguas flotan los témpanos caídos de los glaciares
y empujados en forma caprichosa por las tempestades.
Está situado al este del eje de la Cordillera y sin
embargo su emisario, el caudaloso Río Pascua, desemboca
en el Canal Baker del Océano Pacifico.
En 1899, en la Escuela Tipográfica Salesiana de San
Benigno Canavese (Italia, cerca de Tormo), se imprimió
un libro de Lino D. Carbajal, director del Observatorio
de Patagones, titulado "La Patagonia - Estudios Generales".
La obra estaba dedicada a Monseñor Giovanni Cagliero,
Vicario apostólico de la Patagonia y Pampa Central,
el mismo al cual el Padre De Agostini dedicaría un
Cerro del que hablaremos más adelante.
En dicho libro podemos leer: "Avanzando más hacia
el sur encontramos los lagos Buenos Aires y Gio hasta
llegar a una serie de lagos que se comunican entre
los 48º 50' y los 5lº l0' y que adquieren diferentes
nombres como el Misterioso al norte, el Viedma en
el centro y el Argentino al sur: probablemente se
comuniquen con el Pacífico conforme la opinión de
algunos viajeros".
En realidad el lago aún misterioso para historiadores
y viajeros había sido ya geográficamente descubierto
en 1877 por Perito Moreno quien, después de haber
recorrido y denominado el lago Argentino, avanzó hacia
el norte y luego de una marcha de alrededor de 50
kilómetros a través de las mesetas avistó otro lago
y se expresó así: "La civilización no le conoce
aún... llamémosle lago San Martín, pues sus aguas
bañan la maciza base de los Andes, único pedestal
digno de soportar la figura heroica del gran guerrero".
El lago resultó luego dividido por una frontera política
y actualmente se llama San Martín en su parte argentina
y O'Higgins en su lado chileno. Sin embargo, estos
dos héroes nacionales y contemporáneos que combatieron
por la misma causa (la de independizarse de España)
se encuentran reunidos en el triste destino de la
incomprensión y del exilio. Su recuerdo puede compartirse
ciertamente sobre este lago y, dado que es justamente
el lago que caracteriza al ambiente, llamaremos con
su nombre a todo el territorio del cual queremos hablar.
LAS
PRIMERAS EXPLORACIONES
Dado
que por la definición de la frontera la línea del
"divortium aquarum" sostenida por Chile y la de los
cerros más altos preferida por la Argentina no coinciden
para nada en la antojadiza topografía de este territorio,
las comisiones de límites encontraron muchas más dificultades
de lo previsto. Operaron sobretodo entre 1894 y 1910.
La penetración hacia el lago sobreviene en principio
por el este donde al sur del Cerro San Lorenzo la
Cordillera baja y permite varios pasos fácilmente
accesibles, particularmente a lo largo del Río Mayer.
Este nombre le es atribuido en 1896 por el naturalista
J. B. Hatcher del Museo Carnegie que lo descubrió
y que quiso dedicárselo al gobernador de Santa Cruz,
Edelmiro Mayer. La huella de acceso pasaba por los
aserraderos de "Tucu Tucu", topónimo que deriva de
los roedores (Ctenomys magellanicus) que asustados
emiten un sonido que da origen a su nombre; tienen
un aspecto de rata y viven en cuevas de galerías múltiples
minando así el paso de los animales por el campo.
De
esto ya se lamentaba Clemente Onelli, el naturalista
que llegó al lugar en 1899 para las comisiones de
los limites, cuando se dirigió al lago San Martín
siguiendo las indicaciones que encontró en Tamel Aike
escritas con carbón sobre una tabla: "Tome usted rumbo
al pico de las Vacas y cuando llegue a enfrentar el
término del cordón basáltico que desde allí y por
el lado sur remonta paralelo al Río Chico, atraviese
el Río Lista y suba por la quebrada... la barranca
carbonífera le dirá a usted cuál es el Río Carbón
que debe seguir hasta sus nacientes para desde allí
superar el boquete de dos mil quinientos metros y
dejarse caer por el arroyo más próximo al lago San
Martín...". La fiel descripción de la huella, como
así también las indicaciones geológicas, son todavía
hoy válidas. Onelli, en el río que justamente se llama
Caracoles, encontró "ammonites grandes como ruedas
de carros sobrepuestos a ricas capas de carbón de
piedra". Tanto los niveles de carbón como la presencia
de fósiles atrajeron a partir de entonces a otros
geólogos hacia las orillas orientales del lago. Realizaron
allí sus búsquedas Bonarelli, Riccardi, Feruglio,
y una formación geológica del Paleozoico derivó justamente
su propio nombre de la gran ensenada lacustre de la
Bahía de la Lancha, mientras un fósil del Cretáceo
fue llamado Sanmartinoceras patagonicum.
Durante
el mismo año 1899 llegó al lago el geólogo alemán
Rodolfo Hauthal quien estaba estudiando los glaciares
de la Cordillera y que con los relatos de sus viajes
patagónicos entusiasmó en 1903 al químico y geólogo
alemán Federico Reichert para que emigrase a la Argentina
donde más tarde llegaría a ser profesor universitario
y "padre" del andinismo argentino. También en 1899
llegó el geógrafo chileno Luis Riso Patrón quien se
encargó de relevar las áreas de los alrededores del
lago regresando al mismo lugar en 1902 y publicó luego
el primer mapa de Chile digno de credibilidad. En
los mismos años fueron reconocidos los valles de los
Ríos Bravo y Pascua por Ricardo Mitchell y Carlos
Briceño. Ellos eran colaboradores del explorador más
importante de la región que aquí nos interesa: Hans
Steffen, filósofo y científico alemán que se desempeñaba
en Santiago en el Instituto Pedagógico, contratado
en 1896 por Diego Barros Arana para la exploración
de la Patagonia. Steffen realizó nueve viajes a la
Patagonia, siete de los cuales los hizo a pedido del
gobierno chileno entre los años 1892 y 1902. Los resultados
más completos de su trabajo están reunidos en su obra
fundamental, "West Patagonien", que consta de dos
tomos y que fue publicada primeramente en Chile y
más tarde en Berlín, en el año 1919, después de la
primera guerra mundial.
Steffen,
a quien también Padre De Agostini considera ''sin
dudas el explorador más inteligente y tenaz de la
Patagonia occidental", es recordado por monumentos
y calles que llevan su nombre en varios pueblos de
la Patagonia. Lo recuerda también un glaciar que baja
del Hielo Patagónico Norte, el fiordo en el cual este
desemboca, y algún otro cerro a él dedicado. El más
bello de éstos es ciertamente el Cerro Steffen que
se erige más allá del remoto Brazo Oeste del lago
San Martín y de cuya conquista se hablará más adelante.
Hay por cierto un hecho curioso: otro cerro imponente
muy cercano al Cerro Steffen fue bautizado Cerro Krüger,
aunque podemos pensar que Steffen no habría aceptado
con agrado este bautismo. El mayor historiador de
andinismo de Chile, Evelio Echevarría, relata que
entre los acompañantes de Steffen se encontró otro
alemán, Paul Krüger, "quien a su regreso a Alemania
escribió un libro injurioso y plagió los mapas que
el Dr. Steffen había levantado con tanto sacrificio".
El Cerro Krüger y la esbelta aguja que lo flanquea
no son todavía escalados, si bien es posible que la
aparente mala calidad de la roca tenga algo que ver
con lo que relata Echevarría.
El gran explorador patagónico fue sepultado en los
Alpes Suizos, cerca del mismo pueblito de Clavadel
donde escribió la versión alemana de "West Patagonien".
Al fondo del cementerio, bajo altos y severos alerces
europeos, en la cabecera de una tumba abandonada se
puede encontrar todavía una sencilla tabla de madera
que dice: Dr. Phil. - Hans Steffen - 1865-1936. Pero
¿quién de entre los visitantes sabrá a qué se refiere
el gran explorador de la Patagonia?

MÁS
ALLÁ DEL RÍO DE LAS VUELTAS
Antes
de dirigir nuestra atención a los Cerros de la Cordillera
se puede aquí insertar una mención a la región esteparia
de las mesetas profundamente incisas por la red hidrográfica,
que se extiende al este del Río de las Vueltas. Emergen
de ellas algunos relieves, en gran parte de rocas
volcánicas muy rotas, pero que pueden revestir interés
como metas invernales o bien para quien quiera cumplir
travesías a caballo a lo largo de las antiguas sendas
en los lugares habitados por guanacos. Los relieves
culminan en el monte Cangrejo (2025 m), que De Agostini
definió como "soberbio torreón rocoso pero del
cual no se conocen detalles".
Una
travesía por la Meseta del Quemado y por la Meseta
del Viento fue realizada por el destacado alpinista
italiano Walter Bonatti junto a dos compañeros durante
el verano de 1970/71.
Recientemente el guía alpino argentino Alberto Del
Castillo, siguiendo el Río Portales, descubrió un
interesante recorrido excursionístico que cruzando
dos portezuelos comunica el valle del Río de las Vueltas
con la península Maipú del lago San Martín. Se transita
así a través de los parajes del único cerro que se
alza intrépido y que ya con su nombre revela su conformación
a agujas: el Cerro Astillado (1746 metros, quizás
más alto). Fue escalado partiendo de la Estancia Maipú
el 22 de enero de 1985 por Armando Aste, Fabrizio
De Francesco, Mario Mánica y Mario Marisa: zócalo
nordeste de 400 metros, dificultad del II al IV grado
y pared sudoeste de 300 metros, del IV hasta el VI
grado plus y A3, roca friable. Ha sido ascendida también
una punta que se eleva sobre la cresta noroeste denominada
"Punta Fiamme Oro": 100 metros, V grado.

CORDÓN
GAEA
"El
desfile a lo largo de la sierra Gaea pertenece a uno
de los máximos encantos del paisaje que pudiera experimentar
un conocedor de las altas montañas de distintos rincones
del mundo". (Federico Reichert)
Quien
tenga la suerte de escalar las cimas de los grupos
del Fitz Roy y del Cerro Torre un día de buen tiempo
podrá ver abrirse hacia el norte, en los límites orientales
del Hielo Patagónico Sur, un vasto horizonte de hielos
y cumbres ignorados por la mayor parte de los andinistas.
Más allá del valle del Río Eléctrico surgen, en efecto,
cerros poco conocidos, alguno de los cuales tienen
formas atrayentes y ofrecen también algún desafío
andinístico. Estos cerros están dispuestos en dos
cordones distintos. Al oeste, entre el Corredor Hicken
y el Glaciar Chico, se sitúa el Cordón Gaea del cual
habla Ilse Von Rentzell: "Desde nuestra altura
percibíamos las vertientes orientales de fantásticas
cumbres heladas... que, en honor de la Sociedad Argentina
de Estudios Geográficos, hemos bautizado con el nombre
de Gaea". A la cumbre más alta del Cordón se le
dio el nombre de Cerro Pirámide, el que hacia el sudeste
presenta un relieve menor llamado Cerro Lliboutry
en honor del gran glaciólogo de los Andes a quien
se le debe la primer cartografía general de los cerros
de los Hielos Patagónicos. Es digno de mención que
este Cerro Pirámide de los andinistas, de 2700-2800
metros de altura, se encuentra más hacia el sur del
indicado con la altura de 2148 metros en los mapas.
Durante
1933, año en el cual se desarrolla la expedición Reichert,
muere en Buenos Aires el botánico Cristóbal Hicken
quien también tendría que haber participado en esta
exploración: en su recuerdo se denominó Corredor Hicken
a la porción de Hielo Patagónico al Oeste del Cordón
Gaea, entre éste y el Volcán Lautaro.
Actualmente el acceso más simple al Cordón Gaea es
el que se abre entre el valle del Río Eléctrico y
Paso Marconi. Pero cuando Federico Reichert lo reconoció
con su expedición de muchas peripecias en el verano
de 1932/33, llegó hasta allí desde el lago San Martín.
Acompañaban a Reichert el médico de Bariloche Juan
Neumeyer, el botánico Arturo Donat y la pintora y
naturalista Ilse von Rentzell. El propósito de ellos
era atravesar el Hielo Patagónico en aquella latitud
hacia los fiordos del Océano Pacífico. El acercamiento
a lo largo de las escarpadas orillas del lago no fue
tan fácil y así lo describe Ilse von Rentzell: "las
personas debimos bordear a pie la orilla sur del lago,
lo que requirió seis días. Después que hubimos cruzado
el Brazo Sur, en bote y remando entre icebergs, encontramos
al último colono de la zona quien afortunadamente
pudo poner a nuestra disposición tantos caballos que
subimos montados. El camino llevaba en muchos sitios
a través de una selva de hayas antárticas y de prados
pantanosos en los que algunas veces se hundieron hasta
el vientre, a un tiempo, tres caballos de carga".
A
partir de la estancia de Luis Mansilla fueron guiados
por el peón Manuel Aguilar quien debía demostrar su
valiosísimo y generoso compañerismo. La expedición
no llegó a la cumbre principal del Cordón Gaea pero
alcanzó primeramente el lado este del mismo hasta
una altura de aproximadamente 2000 metros. Seguidamente
la cresta oeste hasta una altura cercana a los 2300
metros desde donde divisó el Glaciar Chico, antiguamente
conocido con el nombre de Schonmayer. En aquella ocasión
Reichert notó además el fuerte retroceso del Glaciar
O'Higgins y también la piedra pómez pura depositada
recientemente sobre el hielo, hecho que valorizaba
los testimonios de resplandores vistos por los pobladores
y referidos a un misterioso volcán que más tarde se
revelaría como el Volcán Lautaro ubicado en el interior
del Hielo Patagónico Sur. La expedición permaneció
luego, y durante largas semanas, bloqueada sobre el
Hielo en medio de la tempestad viviendo momentos dramáticos
debido a las carpas destruidas por el viento y las
nevadas, pero finalmente logró llegar a la divisoria
inter-oceánica y presenciar una erupción de gas y
cenizas del Volcán Lautaro.
A la intrépida Ilse von Rentzell, la primera mujer
que participó en una expedición sobre el Hielo Patagónico,
Hugo Corbella le dedicará la puntiaguda cumbre de
2408 metros que emerge hacia el norte aislada entre
los hielos.
La
misma Ilse von Rentzell la había entonces vislumbrado
con emoción: "vimos al noroeste, por vez primera,
en toda su extensión, una cadena de montañas que aún
no figuraba en los mapas. Entre esta nueva sierra,
que presentaba las típicas formas de cumbre llamadas
puntiagudos, se extendía el glaciar principal con
una anchura de 40 ó 45 kilómetros".
El Cerro Pirámide fue ascendido sólo en 1972,
y luego de un intento realizado durante el año anterior,
por Mariano Lynch y Javier Sorondo del Club Andino
Bariloche (CAB), quienes llegaron al lugar por Paso
Marconi y ascendieron la ladera sudeste y luego la
cresta este bajando después hacia el norte. Más tarde
se supo de otra ascensión efectuada en 1994 por la
expedición de Roland Haas a través de la empinada
ladera sudoeste (500 metros) y la cresta sur. También
en esta zona, cuyo acceso para entonces se había tornado
más fácil, se cumplieron otros ascensos que no resultaron
señalados. Deben mencionarse aquí también las tres
expediciones argentinas animadas por Hugo Corbella
quien en 1956 había llevado a cabo la segunda ascensión
al San Lorenzo.
Sobre las pisadas de Reichert y por haber escuchado
de labios de Ilse von Rentzell la historia de aquella
aventura, se adentraron por el Glaciar O'Higgins.
En
1957 Hugo Corbella, Frank Memelsdorf y Martín Salomón
exploraron un tramo del ventisquero Chico; en 1958
Hugo Corbella, Antonio Costa, Eduardo Finelli y Hebe
Ruiz, con esquíes, trineos y con el invierno ya muy
avanzado, con nieve, lluvia y grietas abiertas, tuvieron
que retirarse luego de llegar a los pies del Cordón
Gaea; en 1959 Hugo Corbella, Pablo Schiffini y Marcelo
Costa lograron cumplir aquello que había sido el propósito
de Reichert: la travesía hasta el Pacífico luego de
haber recorrido antes también el trayecto desde Glaciar
O'Higgins hasta el Paso del Viento y el lago Viedma
de ida y de vuelta.
Siempre
explorando el Hielo entró por el Glaciar O'Higgins
Eric Shipton en 1960 sin haber escalado hasta entonces
ninguna cumbre. Partió desde la pequeña estancia El
Cóndor, situada sobre la orilla del fiordo Maipú,
a la que se puede acceder por tierra.
De aquel acercamiento el gran explorador tuvo más
temores de los que experimentaba sobre las montañas:
"tres veces uno de los vehículos se empantanó en
los lechos de los ríos y las últimas tres millas de
la pista consistían en una travesía terrorífica sobre
empinadas pendientes montañosas e inestables".

GORRA
BLANCA - CERRO VESPIGNANI
Entre
el Glaciar Chico y el Brazo Sur del lago San Martín
hacia el oeste y el Río de las Vueltas al este se
extiende un cordón con diversas ramificaciones. El
cerro más notable se erige en su límite sudoeste y
se llama Gorra Blanca. Es una cúpula de hielo con
dos cumbres comunicadas por una larga cresta casi
horizontal: la norte es la principal, con 2920 metros
de altura, mientras que la sur tiene sólo 2800 metros
aproximadamente y fue denominada Gorra Blanca Sur.
De la cumbre principal sobresale hacia el norte una
afilada cresta que culmina con un empinado cerro de
hielo (2750 metros) erróneamente señalado como "Cerro
Ilse" en el mapa Buscaini 1986, que fue extraído del
mapa efectuado por Manolo Puente en 1962. El ascenso
a la Gorra Blanca había sido ya intentado por Padre
De Agostini en 1935. La vía que hoy puede considerarse
normal, con acercamiento desde el Paso Marconi, se
extiende a través de la ladera sur hasta la marcada
espalda a aproximadamente 2300 metros y luego continúa
a través de la cresta oeste, larga pero fácil, a pesar
de los hongos de hielo cercanos a la cumbre que pueden
presentarse en diversas formas según las estaciones.
La vista panorámica desde la cumbre es soberbia y
se trata de uno de los ascensos de escasas dificultades
técnicas más remunerativos de la región. Naturalmente
se necesita un tiempo al menos discreto como el que
lograron encontrar los argentinos Augusto Mengele
del CABA y Pedro Skvarca del CAB cuando cumplieron
el primer ascenso el 12 de enero de 1964. Ellos, sin
embargo, rodearon la Gorra Sur y atacaron la cumbre
principal por el este superando en el camino la empinada
pared de hielo (600 metros) con desplomadas cornisas.
El segundo ascenso se realizó sólo dos días después
y lo llevó a cabo Carlos Comesaña con otros tres compañeros
del CABA. Durante casi treinta años la cumbre fue
confinada a la espera y vivió luego dos ascensos casi
simultáneos en el lapso de dos días. Pasaron luego
otros veinte años hasta el tercer ascenso realizado
por Gino Buscaini y Silvia Metzeltin, el 18 de enero
de 1984, quienes la ascendieron desde el sur utilizando
los esquíes hasta la espalda de la cresta oeste (aproximadamente
2300 metros) y alcanzaron la cumbre siempre por la
misma cresta. Aquí el terreno es apto para el esquí
alpino y la bajada con los esquíes desde la espalda
de la cresta a través del Glaciar Marconi es de las
que se desearía que no tuvieran fin.
El
9 de enero de 1987 se verifica otro ascenso perpetrado
por los alpinistas del CAB, M. Joos y D. Rodríguez.
Seguramente otros se llevarán adelante también durante
los años '90.
Regresemos al año 1964: el mismo día en el cual subieron
por primera vez la Gorra Blanca, Skvarca y Mengele
atravesaron también el altiplano glacial que a través
de la Gorra se prolonga por casi 3 kilómetros hacia
el noreste y alcanzaron el Cerro Cagliero (2570 m).
Lo enfrentaron por la pared sudoeste que estaba frente
a ellos, en un primer momento sobre roca y luego unos
200 metros sobre hielo hasta la cresta que, muy expuesta
y con una antecima que hay que rodear, conduce al
hongo de la cumbre. Vieron más abajo, hacia el sur,
un magnifico torreón de roca y hielo. Lo quisieron
llamar Torre Pangerc en recuerdo del escalador trágicamente
desaparecido en el Paine diez años antes pero no lo
escalaron por el advenimiento de la tormenta que los
obligó a retornar.
El
Cerro Cagliero se muestra imponente también desde
el Río de las Vueltas. Entre la pared norte y el poderoso
pilar del ángulo noreste se encuentra encerrado un
estrecho glaciar suspendido. Desde el Valle del Puesto
fue efectuado un ascenso por parte de Pedro Lüthi,
Roberto Lara, Roberto Savalza y Flavio Resachi en
1993. El Padre De Agostini se había adentrado en el
Valle Cóndor para efectuar un reconocimiento de la
Gorra Blanca por el este. Escaló una montaña panorámica
("Loma del Diablo") y bautizó con el nombre de Monseñor
Giovanni Cagliero, cardinal salesiano de la Patagonia,
al cerro que luego subirían Mengele y Skvarca. Bautizó
también al Cerro Vespignani, de aproximadamente 2200
metros, que se extiende asimétricamente más hacia
el norte y expone ventisqueros de pendientes no muy
escarpadas pero con muchas grietas hacia el este,
sobre la Laguna del Desierto, mientras precipita al
oeste con repulsivas paredes rocosas. Ha sido alcanzado
en 1968 por Cesarino Fava y Boris Kambic, "sin
encontrar dificultades técnicas" mientras una
cumbre sur fue escalada en 1992 por Horacio Bresba
quien desdichadamente moriría en el Fitz Roy poco
después.
Se puede aún recordar, aunque no sea posible reconstruir
los detalles que, en febrero de 1937 y luego del fallido
intento al Fitz Roy, los italianos Ettore Castiglioni
y Leo Dubosc, desde el Campo Base del Fitz Roy, "hicieron
una cabalgata hasta el lago San Martín reconociendo
valles y lagos en parte inexplorados".
Adentrándose por el Valle de los Toros, desde el cual
desciende un río con soberbias cascadas, es posible
rodear por el oeste el Cerro Vespignani y avecinarse
a otros cerros sin nombre, y entre ellos, también
al Cerro Milanesio. De Agostini subió y bautizó a
este último en 1937 pero escalándolo por el lago O'Higgins,
a través de la ladera Norte, y acompañado por Carlo
Cassera, Amedeo Zampien y el carguero chileno Vidal.
Se sabe de otro ascenso a este cerro llevado a cabo
por Jorge Lemos de Calafate con algunos compañeros.
Estos
cerros son hoy en día más accesibles gracias a la
carretera que une el pueblo de Chaltén con la Laguna
del Desierto. Transitando por esta carretera, en la
desembocadura del valle del Río Eléctrico, se alza
amenazante un cerro que con sus ruinosas paredes de
roca volcánica constituye todo el alto costado de
dicho valle. Es el Cerro XXX Aniversario que con su
nombre recuerda el 300 aniversario de la fundación
del Club Andino Bariloche creado en 1931. Surge al
término de una ramificación del cordón que parte de
la Gorra Blanca Sur para formar el Cerro Neumeyer.
Ha sido escalado varias veces y la vía más simple
pasa por los empinados ventisqueros de la pared sur
que conducen al paso cercano a la antecima este. Un
itinerario fácil, muy largo pero excepcionalmente
panorámico, es la travesía integral de su cresta,
de oeste a este, partiendo desde las mesetas glaciales
en la base del Cerro Neumeyer para bajar luego desde
los ventisqueros en el valle del Río Eléctrico (Gino
Buscaini, Silvia Metzeltin, 3-4 de febrero de 1981).

EN
LOS ÚLTIMOS RINCONES
Los
mayores desafíos andinos de este amplio territorio
se encuentran sin embargo centralizados en su parte
central, más allá de los brazos sur y oeste del lago.
Los ascensos importantes que fueron en él efectuados
hasta ahora se cuentan con los dedos de una mano.
El infaltable Padre salesiano Alberto María De Agostini
(1883-1960), a quien se le debe la exploración principal
de los Andes Patagónicos Australes, se abrió paso
también a través del Brazo Oeste en 1940. Permaneció
allí durante una semana en la entonces floreciente
estancia "La Ramona" llevando a cabo algunos ascensos
sobre los montes vecinos que presumiblemente debieron
ser relieves de los cordones Peine y Pascua. Pasó
también diez días en un puesto de la Bahía Santa Lucía
llegando hasta "un anfiteatro" antes del glaciar Huemules.
Tomó las primeras fotografías panorámicas de la zona
y se dio cuenta de sus potencialidades alpinísticas.
Aún reconociendo la diversidad morfológica de los
dos cerros más bellos erguidos ante él, los denominó
"Mellizos" introduciendo así un equívoco respecto
a la cartografía existente, equívoco que será descubierto
veinte años después y que aún persiste entre los pocos
pobladores que han visto los esbeltos cerros como
así también en la cartografía oficial.
Dos
fueron los ascensos más significativos de la zona.
En 1960 fue escalado el Cerro O'Higgins (2910 m) que
se alza imponente y con varias cumbres al norte del
gran glaciar homónimo. Los chilenos Eduardo García,
Cedomir Marangunic, Waldo Espinoza y Francisco Vivanco
llegaron con un barquito desde el lago San Martín
hasta la estancia Los Ventisqueros y se cruzaron con
el explorador británico Eric Shipton que regresaba
de un intento fallido al Volcán Lautaro. Hicieron
un campamento base en la margen sudeste del Glaciar
O'Higgins, cruzaron a la ribera noroeste levantando
otro campamento y se dirigieron luego a un ventisquero
que baja hacia el sur desde la cumbre del Cerro O'Higgins.
En recuerdo de la madre de Bernardo O'Higgins le pusieron
el nombre de Isabel Riquelme a este ventisquero. Instalaron
otro campamento a los pies de la pendiente al fondo
del ventisquero sin saber, por falta de visibilidad,
que estaban en la base de una impresionante cascada
de hielo.
Me cuenta Eduardo García, profesor de educación física
que actualmente enseña técnicas de montaña en la Universidad
de Chile: "A los pocos metros la ascensión se convirtió
en escalada. El piolet y los crampones junto con la
cuerda se hicieron indispensables. Grietas, séracs,
puentes de nieve se sucedían uno tras otro sin que
supiéramos lo que continuaba más adelante. El viento
era tan violento en sus ráfagas que nos obligaba a
echarnos al suelo anclando el piolet y afirmándonos
en los crampones lo más que podíamos. Hicimos un campamento
en un rellano a los pies de un gran sérac que utilizamos
como protección de los aludes que durante todo el
día tronaron a nuestro alrededor. Esa noche tuvimos
uno de los mayores sustos de montaña: en el continuo
retumbar de aludes de la cascada de hielo sentimos
de pronto uno de inmensas proporciones tan cerca nuestro
que creímos que se nos vendría encima. Cuando todo
el tronar pasó continuamos en silencio. Nos costó
conciliar el sueño, sólo se sentía el viento y la
caída de abundante nieve sobre la carpa. A pesar de
todo continuamos subiendo todo el día asegurándonos
a poca distancia con clavos de hielo. Finalmente llegamos
a un rellano amplio con poca pendiente. Allí estuvimos
detenidos dos días interminables con una nevazón intensa.
A la mañana siguiente el día fue maravilloso y continuamos
a la cumbre que la teníamos casi encima y sin grandes
dificultades. La vista era espléndida. Durante el
descenso nos dimos real cuenta del problema en que
nos habíamos metido. En fin, ya estaba hecho y lo
habíamos hecho bien".
La expedición subió también el Cerro Martínez
de Rosas (2400 metrosaproximadamente).
Según
parece, el poderoso Cerro O'Higgins, con las varias
elevaciones de su cresta revestida de hongos de hielo,
no recibió ninguna otra visita desde entonces a pesar
de ser bien reconocible en el panorama también desde
las orillas del lago.
Sin embargo la soledad de las montañas estaba rota.
En 1962 llegó al Brazo Oeste un cuarteto de amigos
del CAB de Bariloche que se había preparado minuciosamente
para una expedición invernal. Pero como la Patagonia
Austral es absolutamente imprevisible en lo concerniente
a la meteorología, Joaquín Hardt, Ernesto Gebauer,
Jean Gertis y también Donat Hirsch, quien oficiaba
de apoyo, se encontraron ante una situación inesperada.
Porque en ese invierno austral de 1962 no cayó nieve.
No pudieron entonces usar los esquíes que con tanto
esfuerzo habían transportado hasta allá adentro y
el hielo de los glaciares se mostró tan duro a tal
punto de romper las puntas de los crampones.
La
expedición tuvo sin embargo un gran mérito merced
a la exploración de aquel rincón perdido. Logró alcanzar
una cima secundaria, aunque imponente y complicada,
panorámica al punto de permitir el reconocimiento
de la topografía general y del recorrido de las lenguas
glaciares. Se trata del Cerro Indeterminado que se
alza más allá del gran playón en la desembocadura
de los Ríos Bravo y "Huemules" que desaguan ambos
en el Brazo Oeste a poca distancia el uno del otro
(y no se unen como los mapas lo indican).
Se desarrollaron bosquejos orográficos y se otorgaron
topónimos a algunos de los numerosos cerros innominados.
Se recuerdan de esta manera también a las respectivas
esposas de los tres andinistas con los cerros Wonni,
Sigrit y Margot, puntas nevadas menores similares
entre si que se alzan hacia el oeste más allá del
Glaciar Rivera. Un corpulento cerro revestido de hielos,
pilar angular de un cordón que se adentra hacia el
Hielo al fondo del valle del Río Manso y de cuyas
dimensiones quedaron admirados, fue bautizado Cerro
Plúschow en recuerdo del audaz aviador alemán quien
sobrevoló por vez primera la parte meridional del
Hielo Patagónico Sur y que encontró la muerte precipitándose
con su avioneta en el lago Argentino en 1931. Es un
recuerdo atinado aún cuando el meticuloso investigador
de las empresas patagónicas de Gúnther Plúschow, el
alemán-chileno Gúnther Jüllich, observa justamente
que Plüschow no se había jamás adelantado hacia aquellas
latitudes septentrionales.
Pero el mayor mérito de revisión topográfica de la
expedición del CAB en 1962 reside en haber corregido
la equivocación del Padre De Agostini con respecto
a los "Mellizos". Aún hoy los mapas oficiales señalan
un "Cerro Mellizo Sur" de 3.050 metros de altura y,
aproximadamente a 10 kilómetros más hacia el noreste,
un "Cerro Mellizo Norte". De Agostini había denominado
"Mellizos" a los dos grandiosos cerros contiguos,
separados por una estrecha depresión, indicados en
los mapas como "Cerro Mellizo Sur" pero que en realidad
"mellizos" no son porque tienen formas bien distintas
entre si.
Escribe
Joaquín Hardt: "Estamos completamente seguros de
que el Padre De Agostini estuvo equivocado y que lo
que él denominó Cerros Mellizos no lo son. Los verdaderos
cerros "Mellizos" están mucho mas al norte: es la
montaña que los chilenos en su mapa aerofotogramétrico
nombran como "Mellizo Norte". Para aclarar esta confusión
proponemos mantener el nombre "Cerro Mellizo Norte"
y que los que equivocadamente el Padre De Agostini
llamó "Mellizos", y que figuran como "Mellizo Sur",
se llamen: el más alto "Steffen" y el más bajo "Krüger",
en homenaje a los dos grandes que exploraron el sur
por la parte chilena. En el Krüger se encuentra una
aguja gigantesca que como un guardián protege ahí
la entrada al Glaciar Huemul y a la cual llamamos
"El Gendarme".
En lo que respecta a los topónimos de la zona
se observa además que el Glaciar Huemul o Huemules
es denominado en otros mapas "Ventisquero Mellizo
Sur", mientras que el Glaciar Rivera, así denominado
hace tiempo en homenaje al fundador de la estancia
La Ramona (Ramona era el nombre de su mujer) se encuentra
indicado también como "Ventisquero Bravo".
No
pocos fueron los problemas que la expedición debió
resolver para el viaje de regreso. Se quedaron cortos
de víveres y recorrieron toda la peñascosa orilla
del Brazo Oeste para encontrar al primer y solitario
poblador, Don Segura, solo en las proximidades del
Brazo Pascua puesto que la estancia La Ramona había
sido abandonada desde hacia tiempo y les pareció una
ciudad fantasma. Para la siguiente y obligada travesía
del lago tuvieron que reparar una viejísima embarcación
que estaba tirada en la bahía y regresar "en un
viaje de locura, mayormente a vela entre campos de
témpanos y en parte de noche" a la orilla argentina
de la cual habían partido.

CERRO
STEFFEN
El
ascenso a este soberbio cerro, que se produjo en el
año 1965, habría pasado casi desapercibido si Voislav
Arko, el muy atento historiador del CAB de Bariloche,
no hubiera reportado el emprendimiento relatado por
uno de los protagonistas en el Anuario Eslovenia Libre
de 1966 como también en el Anuario del CAB por él
preparado en 1967.
Ciertamente
el relato de la expedición de 1962 había despertado
la curiosidad de los hermanos de origen esloveno Jure
y Pedro Skvarca quienes en aquellos años se estaban
dedicando con éxito y de manera especial a la conquista
de los grandes cerros del Hielo Patagónico Sur. Ellos
mismos, acompañados por el amigo Gregorio Ahcin, tuvieron
que aguardar muchos días de esperas y tratativas sobre
las orillas del lago San Martin antes de poder embarcar
hacia el Brazo Oeste. Una vez llegados a la Bahía
Santa Lucía subieron a montar un campamento base al
borde del glaciar Huemul. Pedro Skvarca prosiguió
enseguida y alcanzó el paso situado entre los cerros
Steffen y Krüger.
Seguidamente
los dos hermanos realizaron el primer intento de ascenso
pasando por la planicie superior del Glaciar Huemules.
Al darse cuenta de que el ascenso por la pared sur
resultaría casi imposible se dedicaron a examinar
la pared Oeste que esperaban encontrar más fácil.
Pero también ésta se presentaba problemática; solamente
la cresta noroeste les ofrecía alguna esperanza de
éxito y así cumplieron un intento a través de la misma.
Pero cuando llegaron al final del primer tramo de
cresta, luego de haber escalado una canaleta helada
y tramos de hielo y roca, se encontraron con una desagradable
sorpresa ya que la cresta se encontraba esculpida
por un profundo corte y se perfila una hilera de torres
lisas. Volvieron entonces hacia atrás y el mal tiempo
de los días sucesivos los obligó a una larga pausa.
A
mediados de enero, durante los mismos días en que
José Luis Fonrouge y Carlos Comesaña logran el primer
ascenso a la Supercanaleta del Fitz Roy, vuelve el
buen tiempo del que aprovechan también Pedro y Jure
Skvarca. Se dirigen entonces a la pared este del Cerro
Steffen que Pedro había avistado en su primer día
de exploración. La pared es de hielo y muy empinada,
monótona en la sucesión de largos de soga siempre
iguales. Finalmente una lengua de hielo conduce verticalmente
al glaciar de la arista cimera más allá de un enorme
corte de la cornisa. El techo de hielo fue superado
con la ayuda de clavos y con un péndulo. Por suerte
los últimos 200 metros fueron más fáciles y los dos
llegaron a la cumbre con escasa visibilidad justo
en el momento en el que se imponía nuevamente el mal
tiempo. Bajaron enseguida y llegaron exhaustos a la
base de la pared después de veintiséis horas ininterrumpidas
de escalada.
Si
bien aquí finaliza su victoriosa aventura sobre el
Cerro Steffen el regreso les tenía reservado todavía
algún problema "pues la vuelta a territorio argentino
debió efectuarse por tierra debido a la falta de embarcación,
debiendo cruzar los brazos del lago en pequeños botes
de los pobladores".

¿NADIE
MÁS?
"Para
el montañismo, este distrito de la Patagonia alto-andina
siempre tendrá el atractivo con que el mundo salvaje
desafía a los espíritus fuertes, ansiosos de superación
y libertad". (Mateo Martinic)
Luego
del ascenso al Cerro Steffen volvió a reinar el olvido
andinístico sobre la región. Se tuvo sólo una escueta
noticia sobre una expedición de Santiago que en 1966
remontó el Río Pascua "con grandes dificultades
logísticas y climáticas en el tupido bosque patagónico"
y escaló un cerro rocoso al que llamaron "Nublado".
A medida que nos acercamos al Océano Pacífico, particularmente
a lo largo del curso del Río Pascua, las condiciones
se tornan en efecto mucho más adversas para un andinista
ya que el bosque pluvial y largos glaciares plagados
de grietas defienden muy bien a las cumbres nevadas
que de vez en cuando salen seductoras de las nubes
tempestuosas. En esta parte del territorio se había
movido Juan Augusto Grosse, emigrado de Alemania a
Chile en 1930, quien publicó en 1955 su "Visión de
Aisén" relatando exploraciones y reconocimientos para
una red caminera como así también una apreciación
sobre terrenos aprovechables. El 12 de abril de 1945
subió con dos compañeros a un cerro llamado Cerro
Menor (1.312 metros, quizás sólo 1.180 metros) sobre
la orilla izquierda del Río Pascua. Es el más alto
entre el valle en que se halla y el Pacífico, y desde
su cumbre se puede avistar el Océano.
También
sobre la península La Florida, que se interpone entre
el Brazo Pascua y el Brazo Norte Oriental del lago,
es raro ver emerger desde las nubes los varios cerros
del desconocido macizo Taitao, pero la visión de la
que pudimos gozar en los desgarros tempestuosos desde
una cumbre secundaria que dominaba la huella hacia
la Laguna Verde, fue en verdad fascinante (altura
1.600 metros aproximadamente, Gino Buscaini, Silvia
Metzeltin, Angelo Todisco, 29 de enero de 1996).
Naturalmente
no se descarta que andinistas silenciosos y modestos
se hayan aventurado entre estos cerros tan aislados
y que en ellos hayan cumplido algún ascenso del que
nadie tiene noticias. No todos quienes aman este andinismo
vagabundo están asociados a un club y publican relatos
de cuanto han hecho y visto. Después de todo también
la noticia del ascenso del que se habla a continuación
afloró casi por casualidad en un relato que habla
sólo de las fases del ascenso y ni siquiera comenta
el viaje de acercamiento. Quizás aquí el territorio
es propicio para el renacimiento de un andinismo privado,
consciente y casi celoso de las bellezas salvajes
y recónditas del planeta.

CERRO
ALESNA
"Allende
el mar de hielo se elevan las grandiosas cumbres gélidas,
con finura de torres, de la Sierra O'Higgins; una
de tales cumbres es llamada Lezna y fascina al andinista".
(Federico Reichert)
Las
cumbres más atrayentes en sentido clásico para un
andinista se encuentran en la zona comprendida entre
los dos cerros más importantes y que fueron ya escalados:
el Cerro O'Higgins y el Cerro Steffen. Aquí despunta
de manera elegante también la aguda pirámide del Cerro
Alesna (2430 metros) cuyo nombre es la variante argentina
de lezna, punzón para agujerear las pieles.
El Cerro Alesna ha sido escalado el 23 de enero de
1991 por Duncan Peters y Carl Fatti, miembros de una
pequeña expedición sudafricana, luego de un intento
llevado a cabo por sus compañeros Aleck McKirdy, Greg
Moseley y Milan Arsenijevic algunos días antes, quienes
descubrieron el mejor itinerario para alcanzar la
más alta de las agujas que se elevan sobre la cúspide.
La aproximación se produjo por un glaciar con séracs
y grietas que conducía a un amplio paso entre el Cerro
Alesna y otro cerro que denominaron Cerro Spyker.
La vía es de hielo, luego de mixto y por último de
roca escarpada pero sin dificultad para alcanzar la
cumbre donde el altímetro indicaba 2600 metros. El
22 de enero de 1991 McKirdy y Moseley subieron a su
vez a una cima sin nombre de 1.900 metros de altura.
La expedición sufrió numerosos días de mal tiempo
y lo único que los escaladores del Cerro Alesna se
dijeron en la cumbre fue: "es horrible" - naturalmente
refiriéndose a la tormenta y no al bellísimo cerro.

EL
LAGO SAN MARTÍN-O'HIGGINS
Hablamos
hasta aquí de cerros, de exploradores y de escaladores.
Sin embargo el verdadero dueño de este territorio
es el lago. Es él quien caracteriza el ambiente y
el que ha condicionado la siempre escasa colonización.
Es el más irregular de los grandes lagos patagónicos,
con muchos brazos, bahías, ensenadas, islas y penínsulas.
En su conformación aparece como un conjunto de fiordos
glaciares conectados entre sí. Su mayor afluente proviene
de la Argentina: es el Río Mayer, que rodeando la
Sierra de Sangra alcanza el Brazo Norte Oriental del
lago en los alrededores de la actual Villa O'Higgins.
Desde hace algunos años una pasarela colgante permite
la comunicación con la Península La Florida a la espera
de la construcción del proyectado puente.
Paralelo a este extenso Brazo Norte Oriental, cortado
longitudinalmente en dos por el límite político, se
extiende sobre el lado Oeste de la Península el Brazo
Norte Occidental, apenas más ancho y más largo que
el primero. A su término se origina el Río Pascua.
Hacia el sudeste el lago se adentra en territorio
argentino, y allí es posible alcanzarlo de manera
relativamente fácil por tierra. Aquí el Río Toro forma
un pequeño desagüe hacia el interior. Hacia el Oeste
y sudoeste, en cambio, en sus brazos se descargan
grandes lenguas glaciales que vierten tumultuosas
aguas turbias de limo. El Glaciar O'Higgins emerge
su frente de al menos 5 kilómetros de ancho y lo abastece
continuamente de témpanos vagantes.
Todos los lagos patagónicos están expuestos a los
vientos del Oeste que con sus ráfagas furiosas pueden
llegar a impedir, o al menos a tornar dificultosa,
la navegación. Pero el lago San Martín-O'Higgins es
el más peligroso de todos. Ya escribía Onelli en 1899:
"El lago San Martín es de todos los lagos del sur
el que tiene más frecuentes y de direcciones más opuestas
estos golpes de viento". Para la exploración del
lago un capitán venido expresamente desde Escandinavia
había construido entonces una primera embarcación
bautizada "Los Andes" la que aún persistía en los
relatos de los pobladores durante los años '30.
Los
terrenos que rodean al lago son más bien pobres y
los pobladores llegaron aquí más tarde que a otros
lugares penetrando por el lado argentino. Sobre la
parte sur del lago se instalaron entre 1914 y 1918
algunos británicos, escandinavos y también un suizo.
A partir de 1920 llegaron colonos chilenos y argentinos:
encontramos a los Sepúlveda, a los Gómez, a los Mansilla,
a los Rivera, a los Bahamondes sobre varias orillas
del lago, mientras que en la desembocadura del Río
Mayer se creó un lugar de intercambio que en 1966
se transformará oficialmente en la Villa O'Higgins.
Sin embargo las pocas estancias más ricas, que además
de permitir la supervivencia de los colonos dieron
trabajo a peones, se encuentran casi todas sobre las
orillas argentinas del lago San Martin.
Los asentamientos de los pobladores tuvieron en general
cambiantes destinos y a menudo no quedaron en el lugar
más de dos generaciones. Sin embargo hasta los años
'50 hubo un cierto desarrollo pero enseguida se agudizaron
las reivindicaciones de los límites nacionales, sobretodo
en las cercanías de la Laguna del Desierto, con problemas
que conocieron su máxima tensión en 1965.
Notables son las vivencias de la familia Sepúlveda
que había colonizado la zona de la misma Laguna del
Desierto sin pensar en la existencia de una frontera
disputable y que debió luego abandonar el lugar de
un día para el otro. Padre De Agostini y el colono
Andreas Madsen de la estancia Fitz Roy relataron las
vivencias de los años '30 con coloridos episodios
sobre la romántica fuga amorosa de una hija con un
ovejero que vivía aislado en el Valle de los Toros.
Pero luego siguieron las escaramuzas de límites y
la burocracia se puso a perseguir a quienes no poseían
títulos de propiedad. Hoy los descendientes de los
Sepúlveda se encuentran diseminados un poco en la
Argentina y un poco en Chile y de la casa de ellos
en las cercanías de la orilla sur de la Laguna del
Desierto no quedaron en pie más que cuatro postes.
Sólo continúan floreciendo los altramuces y las rosas
que habían plantado muchos años atrás porque las flores
nada saben de las guerras y de las incomprensiones
de los hombres.
A
la Laguna del Desierto está llegando el turismo con
la correspondiente esperanza de ganancias, hecho no
extraño a la reciente vuelta de interés hacia estos
lugares. ¿Pero quién quiere aún vivir aislado en las
orillas del lago O'Higgins? Un anciano, Domingo Sepúlveda,
vive solo y pasa los veranos vigilando su ganado en
la desembocadura del Río Manso, ciertamente uno de
los lugares más remotos que se puedan imaginar. En
el invierno se traslada a caballo unas decenas de
kilómetros hacia un lugar más reparado de la orilla,
pero siempre aislado. Hoy los pobladores que quedaron
son viejos, o bien mujeres con niños pequeños que
no tienen más como en otrora las embarcaciones rudimentarias
que les permitían, aún a fuerza de esfuerzos y riesgos,
a vela, a remos o con motores desarmados de viejos
camiones, cruzar de una orilla a la otra del lago.
Aún
si varios años atrás llegaron desde los Estados Unidos
canoistas capaces de atravesarlo en varios puntos
con sus frágiles embarcaciones, la navegación sobre
el lago sigue siendo el grave problema y en el fondo
la gran aventura para todos quienes quieran y deban
atravesar sus brazos. También el Padre De Agostini
para llegar a La Ramona en 1940 la pasó feo: "La
Pequeña embarcación por momentos se alza como una
pajita sobre el vértice de las ondas, por momentos
se precipita en remansos profundos, por momentos se
zambulle en el vacío entre dos ondas verticales como
un delfín, sumergiendo su proa dentro de una pared
de agua impresionante bajo la cual desaparece unos
segundos. Torrentes de agua corren a tontas y a locas
desde la proa a la popa entre el silbido del viento
y el quebranto de las olas". No es una descripción
exagerada y se pueden escuchar cosas similares aún
hoy cuando los pobladores cuentan sus viajes sobre
el lago. Se puede también vivir directamente, acompañándolos
con el miedo de los aguaceros sobretodo a lo largo
de los 7 kilómetros del "cruce del Pascua".
La llave para mantener comunicaciones con quien vive
en las peñascosas orillas del lago está en disponer
de embarcaciones adecuadas pero sobretodo en conocer
los caprichos del lago y en tener el coraje de navegarlo.
Actualmente en Villa O'Higgins un solo capitán civil,
venido de las islas del archipiélago de las Chonos,
sabe navegar por todos los brazos gracias al conocimiento
adquirido durante veinte años. Dispone de dos viejas
lanchas en desuso de pescadores del Pacífico que finalmente
llegaron al lago en carros tirados por bueyes. Las
remendó con recursos ingeniosos y supo evitar varias
veces el naufragio con astucia y habilidad. Su nombre
es Antonio Vidal pero todos lo llaman "Pirincho".
Como por ley toda embarcación tiene necesidad de una
tripulación el segundo piloto de la lancha es su mujer,
Florentina Bahamondes, una descendiente de los primeros
pobladores de la península La Florida. De ellos heredó
la determinación, el tesón, el gusto por la aventura
y el buen humor, así que no sólo amarra en equilibrio
entre los arrecifes sino que sonriendo sobre el lago
tempestuoso saca el agua que invade la bodega, pesca
salmones y prepara las tortas fritas para los viajeros.
Esta increíble pareja hace el servicio de ida y vuelta
entre los brazos del lago abasteciendo a los pobladores
de víveres, cartas y mensajes; cargan leña, querosene,
ovejas y gallinas y resuelven con el trueque los dramas
dé quienes no tienen dinero para comprar harina.
Aquí
navegantes y andinistas pueden tener rasgos de carácter
y elecciones existenciales en común. Los días transcurridos
juntos sobre el lago tempestuoso, capeando de bahía
en bahía para maniobrar entre el viento, los témpanos
y las ondas, crean silenciosos pactos de fondo. Así
la punta norte del Cordón Peine, a la que los mapas
le atribuyen 1.981 metros de altura pero hasta ahora
sin nombre, luego del ascenso (Gino Buscaini, Silvia
Metzeltin, Angelo Todisco, ladera oeste y cresta sur,
16 de enero de 1996) fue dedicada a la intrépida mujer
del "Pirincho".
De ahora en adelante quien navegue sobre el Brazo
Oeste llegando a la altura de la ex-estancia La Ramona
podrá darle un nombre al cerro puntiagudo que con
su pequeño ventisquero aparece al fondo del valle:
podrá llamarlo "Cerro Florentina".

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